LELIA FLORIMAR CRUZ
My Little Story
A mi me bautizaron en el mar de Floreana. Mi papá me puso Lelia por mi abuela. Mi tío una vez vino a visitarme y le dijo a mi papá que le iba a ayudar a pensar otro nombre para mí. Al otro día regresó y le dijo: Florimar. Mi tío entonces me metió a este mar y me bautizó así.
Mi mamá dice que desde pequeñita yo ya hacía sopas. Desde los 6 años. Me gusta mucho cocinar. Mi madre también era muy aficionada y siempre se daba modos para cocinar, porque aquí no había barcos, aquí no había nada cuando mis padres vinieron hace más de 80 años. No había harina. No había azúcar. En su lugar molían caña. Ella hacía pan de harina de maíz o de yuca.
Este terreno donde tengo mi restaurante, Lelia’s house, y mi casa, me lo dieron mis papás, de tanto que les dije que algún día iba a regresar, porque yo viví en Quito y en Ibarra. La casa de mis padres queda a cinco minutos de aquí. Me acuerdo que bajábamos a pie a la escuela. Cuando yo tenía 6 años, vino el primer profesor a la isla. Tuvimos esa suerte. La primera escuelita fue en la casa de mis padres.
Hace 14 años vine a Floreana, me puse el restaurante y pegué centró, como se dice. Hago millón cosas de especialidad. Todas las recetas las tengo en mi mente. He sido autodidacta. También he aprendido de chefs extranjeros. Uso mucho cebollas, vegetales, espinacas. El aliño que hago para el pescado es único. Los visitantes siempre me preguntan qué tiene y yo les digo que es secreto.
El ají les encanta. Es receta de mi abuela.
Igual los muchines. Mi mano: ese es el secreto de los muchines. También hago vino casero de naranja, de ciruela. Hago helados de café, de naranjilla. Esa es la felicidad de los pasajeros: saber que están hechos aquí.
Lo que más me gusta de Floreana, definitivamente, es la tranquilidad. Estar al lado del mar. Ir a bañarme en el agua pura. En época de calor me gusta ir y estar un buen rato relajada, tranquila. Y creo que lo que hace especial a Floreana es que está poco poblada. El aire acá es puro. Es maravilloso.